PVC de 700 micrones
4 bases transiluminadas de estructura metálica y revestidas en lona tipo backlight
turbina de 1⁄2 hp.
máquina de humo
sistema de plaquetas y timers electrónicos
2,20 x 2,20 x 2,20 m.
2012
«Romina Castiñeira (1985) presenta su trabajo Espacio – vacío, una confortable manera de abordar sus interrogantes desde un conceptualismo al que le han oprimido el F5. La métrica de la nada que propone mediante una pieza vencida por la fatiga de representar lo irrepresentable, visibiliza la existencia de lo inexistente, señala que la nada está, que es. Y lo hace de la mano de materiales con reminiscencias médicas, con características artificiales. Castiñeira no teme a la inesperada estética del ascetismo sintético para abordar aquellas abstracciones que acompañan la humanidad desde los griegos a esta parte.»por Pancho Marchiaro(Publicado por Arte al Día Internacional 143)
La captura de una existencia
Por Pablo MrakovichSolemos pensar el caos como un gran desorden que se extiende a través de toda nuestra existencia. Sin embargo la cosmología griega lo entendió como «aquello que existe con anterioridad al resto de los dioses y las fuerzas elementales», es decir, el estado primigenio del cosmos infinito. Ese resquicio de existencia entre el mundo terrestre y el mundo celeste nos devuelve a cierto lugar, nos ofrece un nuevo relato, la oportunidad primera y la prueba fehaciente de que algo siempre aguarda por nosotros.
El espacio-vacío de Romina Castiñeira es fundamentalmente una experiencia. En primer lugar la suya, como artista que piensa y replantea la vacuidad insoportable donde se vuelve a fundar cada momento y, posteriormente, la nuestra, como sujetos indefectiblemente expuestos a lo que sucede, pero sobre todo a lo que no sucede más. La pregunta sería ¿quién está dispuesto a esperar que algo terrible vuelva a suceder?
Pienso el proceso de esta obra como la voluntad de encerrar en el espacio un existente que, ante nosotros, se niega eternamente, sin embargo debe ser encendido, iluminado, alimentado y sostenido. Estas condiciones son el ser de su obra, representan el margen sutil entre lo que es y lo que no es más, aquello que no cesa en desaparecer. La pérdida es nuestra única certeza pero estoy convencido que la experiencia del vacío debe resultar inexorablemente en la irrupción del saber.
Otro fundamento de la obra es el tiempo. Somos testigos de un ciclo de existencia que sostiene un ideal, un estado deseado, un comienzo vital. Accedemos por un instante a la clara esperanza de sobrevivir, de formar parte de una maquinaria que avanza y persiste. Advertimos tímidamente un estado muy parecido a la felicidad. Gozamos durante un instante, durante un ciclo. Quienes confíen en el tiempo podrán sostener ese encuentro con la luz, con el oxígeno, con la claridad y el sonido. Confío en que también puedan sostener ese encuentro cuando todos esos elementos desaparezcan y se ponga en funcionamiento la lenta maquinaria del olvido.
Ese resquicio nos atraviesa a todos.
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Hay otra oportunidad.
La máquina nos ofrece otra oportunidad. Nos ofrece la oportunidad de confiar, de sostener nuestro deseo en un mecanismo matemático que cuenta segundos, minutos y horas. Experimentamos la perfección siendo imperfectos y de ese encuentro deducimos que todo puede fallar, somos parte de un sistema probo y sin memoria, sabiendo que, en algún punto del trayecto, vamos a detenernos, porque nosotros sí tenemos recuerdos y estos no hacen más que alterar el perfecto silencio de los números.
El mecanismo puesto en funcionamiento por Romina Castiñeira tiene carácter de advertencia. Todos los resultados son correctos y el destino es siempre un lugar extrañamente conocido. El golpe es la repetición, encerrada, iluminada, devuelta a la vida, respirando lentamente. El golpe mortífero de la repetición desencadena la distancia de nosotros mismos. No volveremos a habitar el mismo lugar y nuestra identidad será abandonada por el sentido. La evidencia de la repetición es lo que nos molesta al respirar.